LA PSICOMOTRICIDAD RELACIONAL
Los niñ@s no siempre actúan de una
forma comprensible para las personas adultas que les rodean y cuidan. Su
lenguaje y comportamiento a veces no parecen tener mucha lógica.
Carla no participa, Miguel pega mucho, Sandra muerde,
Tomás no puede estar quieto, Sofía no come, Juan chilla, Ana no se atreve,…
¿Qué nos están diciendo estos niños y niñas? ¿Entendemos su
lenguaje? ¿Aceptamos su forma de expresar las emociones?
La psicomotricidad relacional tiene como objetivo promover
el desarrollo integral de los niños, a través de juego espontáneo y el dialogo
tónico.
Desde la psicomotricidad relacional entendemos que las
criaturas se desarrollan desde la relación
que establecen con el mundo que les rodea. La vivencia de esta interacción
durante los primeros años de vida marca los aspectos psico-afectivos,
emocionales y físicos de la personalidad. El lenguaje natural durante estos
primeros años es sobre todo corporal, y así expresan las necesidades, los
deseos y las emociones.
En la psicomotricidad relacional dejamos actuar a los niños
y niñas desde su lenguaje natural: el juego espontáneo. A partir de ahí nos
muestran como son y cómo viven y entienden el mundo: su placer de existir, de
disfrutar y de actuar con todas las emociones que esto conlleva.
A través del juego espontáneo y libre, los niños y niñas recrean
el mundo vivido y expresan de forma inconsciente muchas vivencias y emociones.
Las emociones forman parte de su vivencia y son fundamentales en el proceso de
desarrollo. Las emociones que se queden sin expresar se acumulan y poco a poco
van formando bloqueos, dificultades que impiden el desarrollo sano de ciertos
aspectos de la persona.
En el mundo que les rodea no siempre encuentran la necesaria
aceptación de ciertas emociones y una forma adecuada de su expresión. La
alegría de una criatura es casi obligatoria, pero emociones muy reales en el
mundo de la infancia, como son el enfado y la rabia, la tristeza y los celos
encuentran poca aceptación, pero también necesitan ser vividas y expresadas.
Morder, pegar, no querer compartir, la pasividad o la hiper actividad sólo son
síntomas, que necesitan su abordaje adecuado y la represión y/o obligación de
hacer algo no resuelven las dificultades que hay detrás.
En la psicomotricidad relacional se permite jugar a todo,
los materiales están adaptados a ello. Inducen a la construcción y destrucción,
al compartir y al no-compartir, al correr y al estar quieto, al encontrar
cobijo y al explorar, al esconderse y al mostrarse, etc. El psicomotricista
está disponible para el juego, espera, acepta, da permiso, facilita y asegura
que el entorno es seguro para tod@s. Acoge a los niños desde una mirada de
plena aceptación y les acompaña en el juego desde el mismo lenguaje corporal.
Por eso el psicomotricista se mezcla entre los niños, se pone a su altura en el
suelo y permite que los niños le utilizan en sus juegos tal como lo necesitan
Los niños necesitan Sentirse seguros o aceptados; para poder
ser más fuerte que el adulto que siempre es el 'manda-más'; para poder recibir
este abrazo que necesitan; para recibir la protección necesaria para estar
seguros en la casa que se han construido; para tener el permiso de no tener que
compartir cuando hay necesidad de sentirse con el poder de las cosas, etc.
El psicomotricista ayuda a que los niños encuentren su
agresividad natural, la energía que tienen para expresarse, para conseguir lo
que necesitan, para defender su espacio y para explorar el mundo. La
agresividad natural es imprescindible para el desarrollo equilibrado y sano de
los niños. Cuando la agresividad no fluye de una forma sana, hay dificultades
en la relación del niño con su entorno.
Para algunos niños hay necesidad de potenciar la
agresividad, para que se atrevan a salir al mundo, para que tengan la
suficiente confianza para explorar y establecer relaciones con los demás. Para
otros niños hace falta dar salida a la tensión acumulada para que la
agresividad pueda estar disponible para construir y no para destruir. En el
proceso que se va dando durante las sesiones de psicomotricidad, cada niño va
modulando esta agresividad natural.
Todos los niños necesitan un entorno donde las emociones
pueden fluir, para que se pueda madurar la capacidad de gestionar estas
emociones. En la medida que las emociones no se quedan bloqueados ni
acumulados, más fácil será para los niños aprender a expresarlas de una forma respetuosa
para ellos mismos y para su entorno. Y para ello necesitan plena aceptación
dentro de unos límites segurizantes. Claro está que eso es un trabajo de todo
el entorno del niño, y el psicomotricista formado en la psicomotricidad
relacional es una ayuda en este proceso de desarrollo.
CIPA: ADN 03
LICENCIATURA EN
PEDAGOGIA INFANTIL 2 SEMESTRE
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